In-defensa propia es un proyecto que muestra y denuncia cómo la mujer en el siglo XXI sigue siendo concebida como un ser menor y por ello, el hombre, legitimado por el grupo, la puede maltratar, vejar, acosar, denigrar, mutilar, violar, avergonzar, marcar, controlar y matar solo por el hecho de ser mujer.
En todo el mundo y sociedades, el colectivo masculino se agrupa como signo de fuerza y dominio frente a la debilidad e indefensión de la mujer. Se trata de reducir a la mujer a un sujeto sin entidad ni identidad, incluso llegar a animalizarla para restarle el raciocinio.
Tras la violencia, la mujer queda marcada y sellada tanto a nivel físico, psicológico y social para el resto de su vida.
Las esculturas que presentamos en este proyecto muestran las heridas permanentes que produce el patriarcado, que, desgraciadamente, representan el día a día de muchas mujeres del mundo en la actualidad.
<< Nuevo campo para texto >>
¿El peor sitio del mundo para nacer mujer?
La República Democrática del Congo posee el 80% de las reservas mundiales de coltán, un material que se usa para hacer dispositivos electrónicos. Además, también alberga yacimientos de cobalto, oro, diamante, estaño, manganeso, plomo y zinc, petróleo, uranio y carbón .
Las grandes multinacionales que luchan por el control de estos recursos naturales, favorecen la explotación del mineral de forma ilegal sin procurar ningún beneficio a la población, financiando y armando a grupos paramilitares, que controlan la extracción, procesado y venta, perpetuando a unas milicias que han convertido el Congo en el peor de los infiernos.
Manadas de machos excitados, poderosos, impunes y desesperados, humillan, destruyen, castigan, violan y dejan embarazadas a mujeres y niñas, con dos objetivos estratégicos: ejercer el terror sobre la población civil para provocar su huida dejando el terreno libre de enemigos; y degradar y conseguir que no se reconstruya el tejido social después de la humillación y la vergüenza que ellas han sufrido por las agresiones sexuales. Así se consiguen espacios vacíos para los vencedores, se perpetua el control social, se redibujan las fronteras étnicas y se destruye la red de estabilidad familiar que procura la mujer y que es fundamental en el África rural.
Estas violaciones pretenden además demostrar superioridad, y atentar contra los bienes del enemigo pues allí la mujer es posesión del padre, del hermano o del marido. No hay una atracción sexual, ni se tiene en cuenta la edad, hay casos de ancianas y niños violados. Se ejerce a menudo la tortura sexual, se introducen en el cuerpo de la mujer objetos como machetes, cuchillos, cristales, plástico ardiendo… lo que produce unas lesiones impactantes y duraderas. Los daños físicos más evidentes aparecen en la vagina, el ano y la garganta. Y, también, huesos rotos a menudo provocados para que la mujer no escape. Hay trasmisión de enfermedades, incluyendo el SIDA, disfunciones sexuales, cambios en la reproducción, carcinoma y varios síntomas somáticos como dolor de espalda, jaqueca, fatiga, cambios en el sueño, dolor crónico en la pelvis, disfunción hormonal, dolores gastrointestinales y trastornos alimentarios. Además, consecuencias psicológicas y psiquiátricas como ansiedad, estrés post traumático, fobias diversas, insomnio, recuerdos recurrentes, pesadillas y depresión. Además, cuando la guerra termina, las víctimas sufren rechazo social en sus comunidades y, en cambio, los violadores siguen libres de persecución y juicio.
Ser violada está muy estigmatizado en Congo; se culpa a la víctima, y la presión social recae en ella y no en el agresor, que queda impune. La mujer violada está “manchada”, es una posesión inútil, pues ha yacido con el enemigo. Pierde su valor y dignidad, y el apoyo de los suyos, es rechazada por el marido o la familia y debe abandonar su entorno. Esto las aboca a la miseria, la prostitución o la esclavitud en las minas.